Invocador | Relato Corto de 1 min
Ahí va otro relato muy breve basado en el mundo de Eig'Neia, donde un maestro invocador susurra palabras prohibidas a su aprendiz, hijo del monarca del Oscuro Reino de Rocria.
Artículos y vídeos sobre seres mitológicos y de leyenda, Eig'Neia. Anime, manga y mucho más.
Ahí va otro relato muy breve basado en el mundo de Eig'Neia, donde un maestro invocador susurra palabras prohibidas a su aprendiz, hijo del monarca del Oscuro Reino de Rocria.
Os traigo otro relato corto del universo de Eig'Neia. Aquí, el inquisidor Dorian relata su paso por una de las ciudades paganas del ducado de Loranz.
Un relato por Antonio Manresa González.
Largos
años han transcurrido desde que me entregué a la Orden. Junto a mis hermanos he
luchado contra demonios, vampiros y toda suerte de abominaciones. ¿Con qué
propósito? ¿Para que os entreguéis a la lujuria? ¿Para que os rindáis ante la
brujería?
El nuevo vídeo del canal es un relato corto dentro del mundo de Eig'Neia:
Un relato por Antonio Manresa González.
Ha transcurrido un largo tiempo desde aquellos días, es curioso lo caprichosa que es la memoria. No logro recordar con precisión dónde ni con quien me encontraba, pero sí recuerdo el dolor de mis manos entumecidas por el frío, o el último quejido de los afectados por la plaga. Cayeron mujeres, hombres y niños por igual, ricos y pobres; cayeron a cientos, cayeron demasiados…
También recuerdo el hedor a carne quemada que invadía las calles y se colaba por cualquier rendija, por el más mínimo resquicio, atormentándonos y avivando el delirio colectivo. La histeria nos enfrentó, vecino contra vecino, hermano contra hermano. Teníamos miedo, ¿Quién sería el próximo en enfermar y condenarnos a todos?
Palabras con las que no estábamos familiarizados como contagio o reconocimiento empezaron a dar miedo. Mientras otras como expiación y toque de queda empezaron a cobrar poder. Las piras funerarias se consumían con cuerpos que aún gozaban de salud. Aún no lo entiendo, como una sociedad como la nuestra puede llegar a eso.
No obstante, en las noches más oscuras, cuando el velo se extiende sobre nosotros y nos sumerge en la más profunda de las sombras, es cuando las estrellas brillan con más intensidad. Fue entonces cuando él apareció. En nuestra mayor desesperación, un forastero de cabellos y ojos plateados emergió de la oscuridad, como si fuera una de las estrellas que habíamos estado observando. Puedo sentir todavía el calor de su mano cuando la colocó sobre mí, y cómo el dolor que me consumía empezó a desvanecerse. También recuerdo su mirada implacable, que escrutaba nuestros espíritus, juzgando nuestros actos y revelando nuestros horribles crímenes con una claridad desgarradora.
Las palabras de aquel hombre resonaron en el aire como un eco místico, casi como si hubieran sido pronunciadas por algún ser sobrenatural: "Existe una criatura, una abominación que se esconde entre vosotros, que se nutre de vuestra energía y os causa este mal. Si queréis acabar con vuestro sufrimiento, debéis encontrarla". Aquella solución parecía casi mágica, una idea ridícula que sólo podría haber surgido de la imaginación más desenfrenada. Pero, a medida que se propagaban sus palabras, se podía sentir cómo la esperanza volvía a renacer en cada uno de los presentes. Una chispa de luz en la oscuridad que nos rodeaba. Por eso, aunque pareciera una locura, aceptamos la propuesta del forastero, y con cada paso que dábamos, la oscuridad se desvanecía poco a poco ante nuestros ojos.
Los hombres, desesperados por encontrar respuestas, recorrieron cada rincón, acudieron a casas, graneros y ríos, en busca de lo sobrenatural. Así fue hasta que varios de ellos, junto a su improvisado líder, se aventuraron hacia el sistema de alcantarillado.
La presencia
de los hombres no pasó desapercibida. Un coro de chillidos y patas se ocultaban
en las sombras, centenares y centenares de ratas esquivaban el camino del
grupo, abriéndose ante su paso. Los hombres avanzaban con cautela, con las
armas en alto, sabiendo que en cualquier momento podían enfrentarse a lo
desconocido. Al fondo de la cloaca, junto a una enorme piedra con aspecto de
trono, el forastero distinguió en la distancia una gran mancha negra. El grupo
se acercó con temor y observaron horrorizados cómo la mancha se movía y se
retorcía en un torbellino de patas, bocas y ojos que los desafiaba con una
furia inhumana.
Los golpes
llovieron sobre la criatura, los hombres lucharon con coraje, desafiando al mal
que se erguía ante ellos. La criatura se retorcía y chillaba, agitando sus
patas y sus mandíbulas con furia desenfrenada.
Embriagados
por la adrenalina de la lucha, los hombres siguieron lanzando golpes con violencia
mientras el forastero recitaba versos en un idioma desconocido. Pero pronto
empezaron a experimentar síntomas extraños: ceguera momentánea, flemas que
subían por sus gargantas y se pegaban a sus cuellos, y una extraña sensación de
mareo que les hacía tambalearse. Sin embargo, impulsados por el valor del
forastero y el fervor sobrenatural de sus proclamas, continuaron la lucha. La
criatura, por su parte, no cedía un ápice, y se retorcía y contorsionaba,
lanzando dentelladas contra todo miembro que se le acercaba.
La batalla
se prolongó más allá de lo que los hombres hubieran deseado. La sangre
derramada en las cloacas, que fluía como ríos carmesíes, amenazaba con
ahogarlos en su propio horror. Varios hombres perecieron ese día. Pero vencimos.
La criatura acabó doblegándose y todos sus ojos se cerraron de par en par, como
si hubiera entendido el destino que le aguardaba. Los hombres la arrastraron
fuera de las cloacas y la llevaron a la plaza mayor, donde la exhibieron ante
el pueblo. Todos palidecimos al observarla.
El engendro estaba formado por decenas y decenas de ratas, todas ellas unidas por sus colas. Había roedores de todo tipo, grandes y pequeños, negros y marrones, pero todos tenían en común su unión a la enfermedad, a la suciedad, y una innumerable colección de pústulas y costras. Se distinguía que varios de los roedores llevaban varias semanas muertos, infectos apéndices lastres de los vivos. Llamamos a la criatura «El Rey de Las Ratas».
Los restos de esta monstruosidad fueron quemados a petición del forastero, pero la leyenda persistió. Se teorizó que, en ciertas situaciones, una rata daría a luz a un Rey de las Ratas, donde las crías verían sus colas entrelazadas ya en el útero de su madre. Al nacer, el engendro aprendería a vivir como un solo ser, creciendo y ejerciendo su dominio sobre las demás ratas. Se teorizaba que el Rey de las Ratas, dotado de un poder innato sobre la enfermedad y la plaga, despertaría su conciencia y tomaría represalias contra una naturaleza implacable que había permitido su nacimiento. Su ira se extendería como una plaga a lo largo y ancho del mundo, arrasando todo lo que encontrara a su paso.
Aunque los
restos del Rey de las Ratas fueron destruidos, invierno tras invierno nos siguen
atizando las enfermedades. Brotes de peste y cólera nos han castigado durante
varias décadas. En los peores inviernos, nos unimos en busca del culpable, en
busca del origen de todos nuestros males, en busca del Rey de las Ratas.
En el último vídeo de la trilogía, hablamos de los personajes del universo de Dune: